Por fin, traducción terminada. Me ha costado, pero creo que ha merecido la pena. Y os dejo aquí una pequeña muestra, el trocito de muestra que ya habia dejado en euskera. Falta la última revisión todavia, pero no creo que vaya a cambia mucho a estas alturas.
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Siempre tengo una excusa preparada, pero ayer tuve un problema de
verdad. Nadie quiere pagar en metálico en una tienda de informática, y si se ha
estropeado el aparato para pagar con tarjeta, es casi como tener la tienda
cerrada.
- ¿Te refieres a este datafono?
- Si.
- ¿Este que tienes en el mostrador?
“¿Pero no
ves que sí, pedazo de imbécil?
- … Sí.
- Si lo arreglo, ¿te vienes a tomar unas cañas?
Keep
Calm and THINK! Qué pedazo de fanfarrón. Era un farol… ¿o no? Sentí el peligro
cerca, pero después de un día entero en blanco por culpa de la dichosa avería,
estaba desesperada. Y a decir verdad, me moría de ganas por beberme una
cerveza.
- Claro que sí, Koldo, claro que si
Aquél fue mi órdago a destiempo, el preludio de mi fracaso. Se
acercó lentamente al datafono y lo alzó con su mano izquierda. Con la diestra,
agarró el cable que conecta el aparto a la línea. Yo le sonreí desafiante. Era
lo primero que había comprobado, que la conexión del cable al datafono no se
hubiese aflojado. Parecía un Espagueti Western. Koldo, el malhechor, con su
descuidada y sucia barba de dos días oscureciendo el rostro me amenazaba
apuntándome con el datafono. Y yo, la sheriff del pueblo, repasando mentalmente
todas las posibilidades: batería ok, contrato con el banco ok, línea telefónica
ok, internet ok. Koldo, en cambio, me devolvió la sonrisa y empezó a recoger
lentamente el cable. ¡Imposible!
“Es
imposible, no será que…” y en ese
instante, las primeras gotas de sudor frío resbalaron por mi espalda mojando mi
camiseta corporativa. Koldo tenía una oportunidad en nuestro particular duelo,
pero era improbable…
- Ixa, creo que me debes una caña. Aquí tienes el origen del
problema en mi humilde opinión. El cable no está conectado a la pared.
Me escupió la frase disfrutando de cada palabra, ofreciéndome la
punta del cable que debería estar conectada a la pared con la mano derecha.
¡Qué vergüenza! Me ruboricé al instante, toda la sangre de mi
cuerpo se concentró en mi cara, haciéndome casi perder el conocimiento. Todas
las vitrinas que tengo en la tienda para enseñar los aparatos que tengo a la
venta, me decían a gritos que mi cabellera rubia resaltaba de forma notable mi
cara de tomate, y tal era mi estado que no fui capaz de inventarme otra excusa.
Estaba muy segura de mi misma y hacia mucho que no revisaba mi manual de “mil y una excusas para dar calabazas a tíos
pesados”.
Una vez en el bar, la primera cerveza me la bebí de un solo trago.
Me encanta la cerveza fresquita, y ayer la necesitaba con urgencia. Fue un día
largo y difícil, y fue la forma que encontré para apagar el brasero en el que
se había convertido mi rostro.
Pero tal vez porque bebí demasiado rápido, o porque antes de
comenzar a beber no había comido nada en horas, o porque la cerveza estaba muy
fría, o ¡quién sabe! Puede ser que otra opción, tal vez, vete tú a saber, es
una simple teoría, porque me había bebido diez o doce cervezas, comencé a
sentirme algo mareada, (suelo perder la memoria y la capacidad de contar de
forma exponencialmente proporcional a la cantidad de cerveza consumida, ¿debería
ir al médico?). Incluso Koldo me pareció una persona agradable, con
conversación interesante, parloteando temas de mi interés (es decir, zombis,
java, arduino, placas base, DoS, annonimous… si, no tenéis ni idea de qué estoy
diciendo, lo sé, no me lo tengáis en cuenta), y qué demonios, ¡empezaba a
pasármelo bien! El estratega desarrollaba el plan elaborado durante las ciento
seis anteriores derrotas sin que yo me diese cuenta.
No me preocupé en el momento, pero su brazo abrazaba mi cintura.
Al darme cuenta de que tenía las defensas desactivadas comencé a escanear el
entorno con la ayuda de las tres únicas neuronas que no estaban de fiesta. No
entendía qué estaba pasando. Con veinte cervezas sobre la mesa, la mitad + 1
mías seguro, y el brazo de Koldo en mi cintura, sentí como su mano bajaba
torpemente, empujada seguramente por la ley de la gravedad, a investigar si
vestía tanga o braga faja.
Puede que la garantía de ambas hubiese expirado, o más
probablemente porque yo siguiese empinando el codo, pero en un momento, ¡Plof!
Dos neuronas sanas fundidas, solo una para defenderme. Koldo, valiéndose de
habilidades JEDI aprendidas en el lado oscuro, sitió la perturbación en la
fuerza y sin ningún miramiento se lanzó al ataque. Pero una única neurona de
Ixa, es más que suficiente para ejecutar el protocolo de seguridad MADI (Mecanismo Automático de Defensa
de Ixa) . En cuanto me tocó la teta izquierda, le di cinco razones de peso para
reflexionar sobre los problemas que podía tener si seguía adelante con su estrategia.
Hablo, como no, de las cinco marcas que los dedos de mi mano derecha habían
impreso en su moflete izquierdo, un grabado impecable. Y con un impresionante
efecto de sonido en Dolby Surround 5.0
en el preciso instante en el que la música del bar hacía una pausa.
Terriblemente avergonzada, mi cara se sonrojó una vez más imitando
a la perfección la luz roja de un semáforo. En ese bar me conocen, (esto… me
conocían, conocían es el tiempo verbal adecuado) y mientras huía del lugar,
tuve que esquivar los aplausos y las carcajadas que sonaban en el ambiente
junto a mi nombre, vitoreado por la multitud. La borrachera quedó olvidada
junto a mi abrigo dentro del local, pero creo que la pérdida del abrigo es un
daño colateral ínfimo a cambio de no volver a pasar tanta vergüenza.
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